Ya en 1214, el conde Hermann von Ravensberg reconoció la buena ubicación de Bielefeld en el cruce de antiguas rutas comerciales. Así, se creó una típica ciudad comercial con un gran mercado y hermosas casas de entramado de madera, algo que todavía caracteriza a Bielefeld hoy en día.

El floreciente comercio de telas y linos, que eran bienes muy solicitados en aquella época, supuso para la ciudad un gran crecimiento durante mucho tiempo, como todavía hoy se puede ver en el Mercado Antiguo, el Ayuntamiento Antiguo y la Iglesia de San Nicolás de la Ciudad Vieja. Y la posterior transformación de una ciudad comercial a una ciudad industrial también se reflejó en el paisaje urbano: se desarrollaron nuevas zonas residenciales con sus características casas de dos o tres pisos. En los primeros años del siglo XX se añadieron edificios representativos como el Ayuntamiento Nuevo y el teatro, la oficina de correos decorada con motivos renacentistas y la estación de ferrocarril Art Nouveau.

El Rudolf-Oetker-Halle, una magnífica sala de conciertos cuya arquitectura oscila entre el Clasicismo y la Nueva Objetividad y que es ampliamente conocida por su acústica, data de 1930. Y hacia finales del siglo XX, se pusieron más acentos culturales significativos con la Kunsthalle y los museos. Desde 1969 Bielefeld es también una ciudad universitaria; la mayor de las seis universidades de Bielefeld está situada al borde del bosque de Teutoburgo; el lugar de encuentro central y el punto culminante de la arquitectura es la Gran Sala de 300 metros de longitud. Otros puntos destacados son los tradicionales festivales de Bielefeld, muchos de los cuales se celebran en el centro del casco antiguo con sus encantadoras casas de entramado de madera.

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